martes, diciembre 13, 2011

DESDE LO ALTO





Olvidada en el fondo de un armario, desnuda y sola, la muñeca pasó muchos veranos.

Aburrida, sin esas manos de niña que un día lo fueron todo para ella, sentía que había llegado su final. Perdió la esperanza. Olvidada y sola. Inútil. 

Muchos años después, una tarde de otoño, unas manos de hombre volvieron a darle vida. Ahora mira desde lo alto como aman los humanos y una sonrisa se pinta en su boquita roja.

martes, diciembre 06, 2011

AUTOEPITAFIO



La idea surgió desde el blog de Manu Espada.

El próximo día 25 de Diciembre, publicaremos nuestro Autoepitafio.

¿Te apuntas?

miércoles, noviembre 23, 2011

ENTREDÓS


Atravesé su trama
caminé por su urdimbre
con puntadas de besos 
bordé su vientre blanco
el ojal de su ombligo lo cerré 
con mi lengua
ejecuté calados en sus nalgas
bodoques en sus pechos
y al fondo 
muy adentro entre sus piernas
puse perlas de lluvia.

Arriba
desde el altar mayor
un Cristo nos miraba.

viernes, noviembre 18, 2011

CLICK

Cada tarde Sebastián salía con su cámara a recorrer las calles, los parques y las terrazas de verano. En cada click un tesoro. En cada esquina un arrebato de pasión le transportaba. Luego, ya en casa, empapelaba las paredes del cuarto oscuro con aquellas imágenes que le hacían estremecer.

Llegado Octubre, el frío se había apoderado de la ciudad y había escondido sus tesoros. Entonces él se encerraba en el cuarto oscuro. Aunque se lo había repetido hasta la saciedad a la nueva asistenta, en esa habitación no se limpia, está cerrada con llave y así debe seguir, una mañana en que se la dejó abierta, la eficiente Gladis le había quitado el polvo a todos los ombligos de la pared, y ya nunca pudo saber cuales habían sido suyos. Tendría que esperar otro verano.

martes, noviembre 08, 2011

TIERNA INTUICIÓN

Ella me había escondido el mando de la Play. Yo había echado a perder todos sus lápices de colores. Ella tiró mi nuevo Mp3 al wáter. Yo tiré a la basura su peluche favorito. Ella se quejó a mamá y a mí me castigaron. Culpable. 

Estuve días planeando mi venganza. Todas sus muñecas, desnudas y enseñando el culo, colgadas de la lámpara de su cuarto, cual murciélagos, fue mi regalo de cumpleaños. Mi madre se enfadó muchísimo, la abuela me llamó pervertido, y ahora, mientras aún me duele la bofetada de mi padre, estoy intentando entender eso que dijeron del parecido con mi abuelo. Sin Play ni Mp3 y castigado durante un mes sin salir, ando por internet a ver si consigo entenderlo. Lo de pervertido aún se me escapa, pero algunas imágenes se me quedan agarradas a los ojos y no puedo pensar en otra cosa.

sábado, octubre 29, 2011

CRACK


Ella nunca sospechó de sus lunes al sol. El seguía acudiendo a la oficina cada día. Se compró un coche más caro, siguió vistiendo de Armani, volando de Tokio a New York, regalándole flores y lencería de diseño.

Por eso, la noche en que la arrastraron a una despedida de soltera, no pudo soportar encontrar allí a su marido, desnudo y bailando, convertido en el gigoló de la fiesta. La ambulancia llegó demasiado tarde.

jueves, octubre 13, 2011

TRÉMULA BOCA

Entre palabras susurradas y música de jazz, las burbujas de cava escapan de las copas y se estrellan sobre las lenguas ávidas. Trémulas bocas se acercan a la mesa y van tomando las tartaletas de frutas, los caprichos de chocolate negro, las torres de merengue, los corazones de frambuesa… ofrecidos cual pagana eucaristía.  Bocas que comparten y estremecen,  sabores y salivas que se mezclan. Alguien lame, despacio, un pétalo de rosa confitado, un pezón tiembla contagiando deseo en otra piel, ávidas lenguas  relamen chocolate fundido, y las bocas, convulsas, van liquidando lentamente las delicias que preñaban la bandeja sagrada.

Al punto, la chica de piel de nácar, la mesa, se levanta satisfecha y se incorpora a la fiesta.

lunes, octubre 03, 2011

COMO ESPUMA EN LA ARENA

Rojas marcas de cuerdas en tu pecho
gallardas filigranas en tus brazos
cárdenos labios, púrpuras vestigios
aroma a yute y piel encadenada

Esdrújula poesía de tu piel
peregrina hermosura de tus nalgas
me desbordan y agitan
me enaltecen, me colman
me derraman
en un aullido
loco
desvariado 

Tus fluídos me anegan
como espuma en la arena 
me disgrego
pétalos de magnolia cristalinos
mazapán olvidado
entre tus nalgas
caen  entre mis dedos
viudos de tí
extraviados.

jueves, septiembre 15, 2011

UNA PAJA SIAMESA


Ni en sus mejores sueños lo hubiese imaginado. Las dos tías más macizas del mundo mundial le estaban haciendo una paja, una de esas increíbles, inverosímiles, pasmosas e inauditas pajas que deberían figurar en el Guinnes ese.

Umberto se había ido dejando caer sobre la alfombra, a lo tonto, mientras fumaba un cigarrillo y apuraba su botella de cerveza. Se había ido escurriendo hasta acabar aterrizando entre las trenzas siamesas, silencioso, sin pedir permiso. A ellas les gustaba trenzar su pelo, mezclado uno y el otro, dos mechones de una y un único mechón de la otra. Vane tan rubia, Vero ligeramente pelirroja. O al revés. Vane y Vero, Vero y Vane tanto monta. Les gustaba esa sensación de las cabezas unidas, su pelo, gemelo, siamés, confundido, les producía una sensación tan placentera que pasaban horas así, una pegada a la otra. Umberto había aparecido por allí, triste y cabizbajo desde que Marcela lo había plantado en mitad de una rave, a gritos, acusándolo de impotente. Una bruja esa Marcela. Y Vero y Vane lo habían acogido en el seno de sus trenzas siamesas, como se acuna a un niño. Habían hablado de la fascinación del pelo, su cadencia sobre la piel mientras se folla, el aleteo en los hombros, en la espalda, ese caer como pequeños azotes sobre los glúteos… y se habían calentado. Los tres, Vane y Vero, Vero y Vane, y él.

Entonces se le ocurrió. Ellas aceptaron. Por pena, quizá, o por confirmar si era impotente, como dijo aquella cabrona de Marcela.

Umberto se quitó el pantalón y el slip, quédate con la camiseta puesta, dijeron las siamesas entre risas. Y sin manos, no hagas trampas.  Se tumbó sobre la alfombra, ellas se levantaron al unísono, Vane y Vero, Vero y Vane,  cogieron su polla, que comenzaba a levantarse entre la trenza siamesa, rubia-pelirroja. La trenza siamesa se estrechó, le constriñó, subiendo y bajando, enredada, encrespada,  dejándose llevar por ese ritmo de olas que a veces rozaba la punta de su glande, para retirarse y bajar hasta la base. Umberto había dejado de pensar, había sucumbido a olas siamesas, a los gemidos sordos que escuchaba arriba, o al lado, o abajo, no sabía.

Se corrió con un alarido, reventando el silencio de la habitación.


Vane y Vero, Vero y Vane, se incorporaron para comerse mutuamente la boca, para lamerse enteras, para derramarse, ellas también, sobre la cara alucinada de Umberto.

lunes, septiembre 05, 2011

!VAMOS A JUGAR! Capítulo IV : ESTALACTITAS TRANSPARENTES


El quedó allí, de pie ante ella, que dejó escapar una lengua rosada y hambrienta que se abalanzó con gula mal disimulada sobre ese glande rojo y suave. El se sintió confuso, pero aquella lengua succionando su polla, esos labios glotones que lamían y engullían, estuvieron a punto de hacerle caer. Nunca, se dijo, no caer en sus redes jamás.  Se separó de aquella boca con brusquedad, con una sensación de fracaso que había comenzado a molestarle. Se giró y le dio la espalda. Luego se colocó de nuevo la ropa y se sentó en la cama a fumar un cigarrillo, de frente a ella, que respiraba ansiosa, con los brazos atados a la silla y las piernas abiertas, entregada. La miró de nuevo mientras la angustia al fracaso, a no estar a la altura de lo que aquella sumisa ofrecida esperaba de él, le consumía y dejaba un tenue residuo gris de restos calcinados, como su cigarrillo.  El fracaso inundó la habitación, tensó las cortinas, arrugó al aire y le dejó, confuso, en un estado de insatisfacción que le irritaba profundamente. Necesitaba encontrar una salida airosa a esa situación que se le antojaba tan idiota. Un juego no es un juego si ambos no se entregan a él con entusiasmo. Ella parecía muy bien centrada en su papel, pero él no acababa de sentirse cómodo.

Se levantó y se dirigió al baño, mientras giraba la cabeza para contemplar de nuevo aquel cuerpo exquisito que esperaba, paciente, por sus órdenes. De pronto, una idea fue abriéndose paso en el cerebro abotargado de Pablo.

Apagó las luces de la habitación y la luz difusa de las farolas de la calle dibujó sombras entre ellos. La desató en silencio y la colocó de cara a la pared. Su rotundo culo, su espalda y aquel precioso lunar, consiguieron hacer que su excitación reapareciese. Se sintió como volviendo a la casilla de salida, tomó la regla de madera y azotó ese culo con devoción. El sonido de la regla de madera impactando sobre sus nalgas retumbaba en el aire y le devolvía el aroma de su sexo abierto y húmedo. Ella gemía a cada golpe y Pablo intuía esos labios rojos mordiéndose, arrugándose de placer. Incrementó la frecuencia y la intensidad de los reglazos, mientras su polla gritaba por escapar de ese pantalón que le quedaba estrecho. Eso lo excitó aún más, y siguió golpeando ese culo de marfil, esa joya barroca, hasta que un reguerillo húmedo comenzó a bajar por los muslos de ella.

-         No te vas a correr sin mi permiso, zorra –le gritó al oído, mientras la cogía por el cuello y le giraba todo el cuerpo, que pivotó sobre el eje de su mano hasta quedar frente a frente.

En los ojos de Eva se atisbaba un destello raro, una luz esquiva. Mientras aún la sujetaba por el cuello con la mano izquierda, sintió la necesidad de hacerle daño. La abofeteó con furia. En ese instante se dio cuenta de que algo se había desatado dentro de ella, pero fue demasiado tarde.

Aquella bofetada salvaje, esos ojos negros en los que bailaba un destello de odio, abrieron una compuerta que derramó veneno en las arterias de Eva. Esos ojos… Ya había sentido esa mirada antes, y aquel hombre vestido de policía, trajo de vuelta a sus células el dolor y la vejación  años atrás, cuando fue brutalmente apaleada por un policía en aquella manifestación a la que nunca debió ir. Esa imagen, como una fotografía en blanco y negro, se había colado muchas noches en sus pesadillas. Su cuerpo reaccionó como si hubiesen activado un resorte instantáneo. Tensó los músculos y en una décima de segundo se abalanzó sobre él, que por la sorpresa, trastabilló. La gorra cayó de su cabeza mientras Eva le mordió en la mejilla, clavándole unos dientes afilados que desgarraron cu carne, mientras con la rodilla, le propinaba un golpe directo a los genitales. Pablo cayó sobre la cama, la camisa azul manchada de gotas de sangre que caían de su mejilla herida, agachado, encogido sobre sus huevos que lanzaban puñaladas de dolor, y una sensación de desconcierto que le congelaba la voz.

Cuando las olas del dolor se retiraron, Pablo levantó los ojos de esa colcha color marfil salpicada de gotitas rojas, y la vio allí, sentada en el suelo, desnuda y desvalida, mientras las lágrimas que rodaban por sus mejillas caían sobre su pecho desnudo y formaban pequeñas estalactitas transparentes sobre sus pezones oscuros.

Invito a continuar esta historia a mi querida Amelie

jueves, septiembre 01, 2011

!VAMOS A JUGAR!


Los chicos del Directorio de blogs de BDSM lanzaron una propuesta….
Las  normas son las siguientes: 

- Los protagonistas son Eva y Pablo y están en una cafetería. 

- Cinco blogs se encargarán de escribir el 1º capítulo. Cada uno de esos cinco elegirá dos blogs para que escriban su versión del 2º capítulo. A su vez cada uno de los dos blogs, elegirá a otros dos para escribir el 3º, y así sucesivamente hasta tener un total de cinco capítulos. 
A petición de Demonella, a mi me toca el 4º capítulo de esta entrega. 
 Ahí van los tres primeros capítulos:


Capítulo I: Reencuentro 
Por Elenna 
Eva caminaba nerviosa por la acera, dudando si habría elegido correctamente la ropa para ese encuentro. Su vestido negro de tirantes y las sandalias de tacón rojo le parecieron bien en un primer momento, pero ya no estaba segura de nada, ni tan siquiera de ella. Hacía dos semanas que había vuelto a hablar con El, tras unos días sin mantener contacto, y aún se preguntaba porque les habñia sucedido aquello si tras su primer encuentro todo parecía ir bien.

Había quedado con Pablo en la puerta de una conocida cafetería, y por una vez no estaba siendo impuntual, en ése momento prefería esperarle. Dudaba si entrar o sentarse en una de las mesas de la terraza cuando vio acercarse su coche, que se detuvo delante de ella. Se acercó mirando al suelo y abrió la puerta, al ver que Él no le hizo ningún gesto entró y se sentó, acercándose para darle un beso, pensando cómo la saludaría El.

Se acercaron lentamente, rozando tímidamente sus labios, con un beso que a ella le pareció eterno. Durante el camino, la conversación fue relajada, hasta que Pablo fue subiendo su mano por las piernas de ella, acercándose a su objetivo. En ese momento el miedo a que los coches que venían en dirección contraria pudiesen verla, no le importó.

Pablo la acarició lentamente por encima de sus bragas, impregnándolas de su humedad, metiendo dos dedos dentro y rozando su sexo, cada vez más rápido, escuchando los gemidos de ella, notando como su excitación aumentaba, y paró. Ella apenas se había dado cuenta que habían llegado a su destino. Bajaron del coche, y entraron en el bloque sin apenas dirigirse la palabra.

Nada más entrar Eva en el piso, Pablo cerró la puerta colocándose a su espalda, y cogiéndola del pelo la obligó a girarse hasta quedar frente a El. Pasó su lengua por sus labios, mordiéndolos con furia, apretando su cuerpo al suyo, sintiendo su respiración agitada. Subió su vestido, dejándolo enrrollado en su cintura, y azotó con fuerza su culo.

- ¿Recuerdas como debes sentarte al subir al coche?

A ella se le había olvidado, con los nervios ni siquiera lo había pensado. Estaba tan bloqueada en ese momento que apenas notó que Pablo había levantado de nuevo su mano para azotarla de nuevo.

- Dime, ¿lo recuerdas?

- Si, Señor, lo siento... - dijo casi en un susurro.

- Pues a ver si lo aprendes de una vez y no se te olvida. - dijo azotando varias veces el culo ya enrojecido por los golpes.

Pablo la cogió de nuevo por el pelo, levantandole la cara, haciendo que inclinase su cabeza hacia atrás, obligandola a andar hasta la habitación. Soltó su pelo, y con un gesto de su mano, la hizo apoyar las manos en el colchón... 

Capítulo II: Incertidumbre
Por Marlowe 

Y levantó el vestido hasta su espalda, dejando al descubierto sus piernas y un culo hermoso y rotundo, apenas protegido por unas finas bragas.
Antes de salir de casa, había dejado dispuestos sobre la cama los juguetes que pensaba utilizar: látigos, cuerdas, mordaza, velas, vibradores de diferentes tamaños y texturas, paletas, guantes, látex, e incluso una vieja regla de madera por la que sentía un especial predilección. Pero ahora, sin embargo, al contemplar su desnudez inmediata y vulnerable, se le antojó un poco ridícula esa exposición casi quirúrgica y en exceso ordenada. Es posible que Eva se sintiese excitada por el despliegue de medios, o cuando menos por la incertidumbre sobre cuáles de ellos serían utilizados en su cuerpo, aunque también podía producir un efecto adverso si el miedo, en lugar de fuente de placer, se transformaba en desconfianza. Al fin y al cabo, apenas si se conocían. Unos cuantos mensajes, dos conversaciones por teléfono y el primer y único día que se habían visto y jugado en la fiesta a la que asistieron juntos y en la que se había producido una conexión bastante especial. Después, silencio por su parte. Silencio y distancia.
Acarició levemente los muslos de Eva, indeciso aun sobre lo que deseaba o no hacer a continuación. Se dio cuenta de que algo no estaba funcionando bien y de que lo que fallaba era cosa suya. Una sensación de desconexión con el cuerpo que se le entregaba. O más probablemente consigo mismo, porque una parte de su personalidad reclamaba y gozaba con estos encuentros furtivos en los que daba rienda suelta a una carnalidad primitiva y salvaje, pero otra anhelaba una mayor intimidad o, quizás, saber más, desnudar y penetrar en la mente, conocer causas y razones, entender los porqués… Poseer, en definitiva, de una manera más profunda y menos efímera.
Se desplazó inquieto por la habitación, contemplando a Eva desde diferentes ángulos. Ella seguía con la cabeza agachada, seguramente incómoda con el silencio y la ausencia de actividad, pero sin apenas moverse. ¿Qué pasaría por su mente en esos momentos? ¿Por qué estaba allí, en ese preciso momento, rendida ante él? Se fijó en el pequeño y hermoso lunar de su pierna, y deseó besarlo y azotarlo. Confuso, le ordenó que permaneciese en esa posición y se dirigió al salón. Allí, encendió un cigarrillo y miró a su alrededor. Libros, viejas fotografías, objetos adquiridos aquí y allá con el paso de los años… Fue a apagar el cigarrillo, pero la ceniza cayó sobre el cristal de la mesa, esparciendo un tenue residuo gris que Pablo percibió como los últimos restos de algo calcinado.
Permaneció unos segundos inmóvil, con la mente en blanco. Después, una leve sonrisa fue formándose en sus labios. Se acercó a un armario y sacó un viejo uniforme de policía que había comprado hace tiempo en el rastro y que nunca había usado. Se cambió de ropa sin prisas, con un brillo creciente en la mirada. Y regresó a la habitación donde había dejado a Eva. La cogió del pelo con medida violencia, levantó su cabeza y, sin dejar de mirarla a los ojos, le dijo en un susurro:
-Ahora, vas a contármelo todo.

CAPITULO III

Autor: El Rincón de Demonella


Cuando Eva lo vió así, vestido de policía, pensó por un momento en irse, directamente: 
- "De todas las fantasías del mundo, me tenía que tocar ésta, precisamente". 
Pero se quedó, algo en el brillo burlón de los ojos de su compañero de juegos de aquella noche, la atrajo. 
- "Hoy vas a confesarme hasta la primera nana que escuchaste, ya verás dónde van esos aires de princesita orgullosa, ya". 
La hizo incorporarse y ponerse de pie, tirándole del pelo. Cogió con fuerza sus dos manos, y esposó sus muñecas, por delante. 
Tiró de ellas y la puso de espaldas contra la pared. La miró fijo a los ojos, y la escupió en la boca. Ella se relamió, sin disimulo. 
- "No te va a gustar todo tanto, no, zorrita. Aquí se empieza por un buen registro a las detenidas". Y empezó a hurgarle en la boca, con un dedo que la molestaba y la excitaba, no podía evitar adelantar otros placeres en su mente, que comenzaba a aflojarse. 
- "Dáte la vuelta", le dijo, mientras la hacía girarse, agarrándola de las esposas y obligándola a agarrarse con las manos a un colgador, poniéndolas por encima de su cabeza, "abre las piernas", le dijo con voz dura mientras palmeaba sus muslos por dentro. 
- ¿Qué pasa, que como no pensabas que te iban a detener, no te has traído unas bragas decentes? Estas las tienes pringosas", le dijo, mientras se las quitaba, arañándole los muslos a la vez. Ella se estremeció de gusto. 
Y entonces sintió cómo él le metía uno, dos, tres dedos por delante. Los metía y los sacaba, con ritmo y sin contemplaciones, y de vez en cuando se los hacía lamer a ella. 
- No parece que haya nada, habrá que buscar más adentro. Y hurgó más, y llegó a un punto casi doloroso, en el fondo de ella, y sintió que iba a estallar. Temblaba de placer. 
- "Lo último que vas a hacer hoy es correrte, zorrita" le dijo, retirando sus dedos, y sonriéndole. "Si se te ocurre tener un orgasmo, voy a darte una paliza de antología con ésto." Había cogido su fusta, y la estaba dando suavemente con ella, en el culo. "Así", dijo y le dió dos fustazos que le quitaron el aliento. 
- "¿Te gusta estar calladita, verdad? Pues eso se acabó." 
La cogió por las manos, la llevó a una silla y la sentó. Le quitó las esposas. La terminó de desnudar y la ató con las manos a la espalda, y las piernas abiertas, a las patas de la silla. 
Se sentó en la cama y la contempló. 
Se sintió expuesta. 
Empezaremos con una facilita, dijo: 
- De todas estas delicias, ¿cuál te apetece probar?y señaló todo lo que había en la cama. 
Ella miró lo que había allí expuesto, y contestó, con una sonrisa maliciosa: 
- ¿La mordaza?, y tras unos segundos, indicó la regla con la cabeza. "Ésa". 
Él se extrañó: 
- ¿Por qué? 
- Porque deseo complacerte. 
De vuelta al mismo sitio, pensó. 
- "Respuesta equivocada", dijo, y le soltó un tortazo en la cara. Ella le miró un segundo a los ojos, con lo que él creyó que era un brillo desafiante en la mirada, y agachó la cara justo después, Pablo no pudo ver cuál era su reacción. 
- "¿Te gusta que te peguen en la cara, zorrita? Mírate, si estás empapada.", le dijo, mientras le metía otra vez un dedo en la vagina. Ella le miró, con una expresión inescrutable, callada. 
Volvió a la cama, y cogió un consolador de tamaño mediano. Lo encendió. 
- ¿Lo quieres? Ella asintió con la cabeza. 
¿O prefieres mi polla?, se bajó la bragueta, y puso su miembro justo enfrente de su cara. 
Empezó a restregárselo por las mejillas y los labios, cerrados. Piensa bien la respuesta, zorrita. 
Ella lo miró entonces a los ojos, y suspiró. 

Pues yo invito a continuar esta historia... a ... 
- Amanda Manara 

viernes, agosto 26, 2011

DOS DEDITOS… DE ESPUMA


"Hace tiempo que te debo una comida de coño”, y me lo dijo así, de sopetón, tomándome por la cintura mientras yo, como niña con zapatos nuevos, me servía del barril un par de dedos de espumosa cerveza. Me gusta así: un dedito de cerveza y dos de espuma (ya sé, ya sé que no es nada ortodoxo). No le di más importancia, mi buen amigo X, haciéndome  reír de nuevo con esas bromas tan salvajes y tan típicamente suyas, pero sí le di un azote en el trasero, que sobre su bañador mojado sonó medio raro y por lo que fui detrás de él por todo el jardín para buscar la sonoridad adecuada. Por el camino aparecieron otros amigos, hablamos de otras cosas, y yo, inconstante, me olvidé del azote. De vuelta junto al barril, ¡Ay el barril de cerveza!, me encontré con los hijos de unos amigos, y me puse a jugar con ellos al pilla-pilla. Me ganaron, claro, y además me hicieron recordar de nuevo los dos deditos de espuma. A esas alturas de la tarde, casi anochecido, tanta espuma había hecho mella en mi equilibrio, y un cierto nivel de tontería laxa, se había instalado en mi cuerpo. Me senté en el porche a descansar un rato, y me enfrasqué en una interesante conversación sobre la conexión entre el calor y la pintura impresionista; los efectos del calor sobre los maquillajes no merecen gastar saliva.


Y la tarde siguió su curso en medio del calor, un calor infernal. Corrieron mojitos  y baños de agua, risas, abrazos y más cerveza… Si algo he aprendido del alcohol, es que no le gustan las mezclas. Para eso sí soy fiel.

Volví, de nuevo, a escuchar la misma frase desde atrás, susurrada contra mi oreja. Había en su voz un no sé qué, que me hizo girarme y enfrentar sus ojos. Quizá tuviese razón. Buscamos un lugar apartado y discreto, por lo de tanto niño suelto. Yo me iba partiendo de la risa, por lo gracioso de la situación, y por las cervezas, a qué negarlo. Después de tantos años de conocernos, de bromear sobre el tema, no habíamos llegado más allá de algún mordisco, un azote o un lametón en el cuello.

Supongo que la deuda contraída tanto tiempo atrás, estimuló algún resorte entre mi coño y su boca. Me bajó el biquini hasta los pies, y allí, en el baño familiar de nuestro anfitrión, me perpetró la comida de coño más alucinante que recuerdo. Y tengo buena memoria. Salvaje y tierno, tomándose su tiempo. Entre risas incontenibles, me llevó a  un orgasmo lento, desbordante y pleno.

Luego, sentados en la biblioteca, con una sonrisa beatífica pintada en esos mismos labios que acababan de derretirme, me confesó su secreto: se había enamorado de una chica que vive en el sur. Inconcebible para él, emocionante y esperanzador. Hablamos durante mucho rato, compartimos sentimientos, esperanzas,  sensaciones, y anhelos.

De aquel modo tan extraño, tan poco habitual, sellamos una amistad inquebrantable.


lunes, agosto 15, 2011

ARENA ENVIDIOSA



Nos miramos como se miran dos náufragos que han alcanzado la playa. Se acercó y me besó, me comió los labios, me mordió los dientes, arrolló mi lengua, saturó mi boca y yo comencé a desnudarla. Ella se dejaba hacer, con una sonrisa que pintaba las olas, descalza,  mientras la arena, envidiosa, se iba colando entre sus dedos. Su cuello ofrecido a mi boca, sus manos recorriendo mi cuerpo, y sus pezones locos bailando en mi pecho, provocando seísmos que me hacían naufragar en su deseo. Y luego la falda que desciende sobre sus caderas,  sus muslos blancos, su carne caliente, mis manos hurgando en sus pliegues, sus dedos bajando la cremallera de mi pantalón, encontrándonos, desnudos y enredados. La ropa tirada, cubriendo las piedras, y mi piel resbalando por la suya, y mi cuerpo entero queriendo latir dentro del suyo, y el suyo, uno solo con el mío. Allí mismo, de pie, apoyados en una roca caliente de superficie rasposa, encontré su cueva, húmeda y ansiosa, como si siempre me hubiese estado esperando. Y todo mi ser latiendo dentro de ella, y ella agitándose, gimiendo, arqueando la espalda, arañándome, y yo deslizándome a golpes sobre su piel, suavemente a veces, salvaje otras veces. Embestidas locas, gargantas resecas, bocas que se comen, gemidos, y besos, placer y placer y las olas, lamiéndonos los pies. Y mi semen resbalando entre sus piernas, y mi lengua succionándola, compartiendo en su boca mi sabor y el suyo; ella sobre mí, cabalgándome, enfurecida,  y los gritos, el sudor, sus piernas rodeándome, su boca en la mía, mis manos aferrando sus pechos. Y  mi semen, corriendo de nuevo dentro de ella,  y las olas, y el mar, y el agua y la sal…

lunes, agosto 01, 2011

PROMESAS DE OROPEL

Una promesa es una promesa, eso me lo grabó mi madre a fuego en la memoria. Por eso aún estoy confuso y me siento culpable. Yo soy un tipo de campo, de botas y pantalones multibolsillos. De navaja y barba de tres días.

Después del más terrible ridículo de mi vida, con solo ocho años y un calvario de sesenta pasos hasta el altar vestido de almirante, juré que nunca jamás volvería a ponerme un traje. Jamás.

Pero Loli es insistente, dominante y terca. Me hizo prometerle que por una sola vez en la vida me vestiría para ella. Como si de una penitencia se tratase, me coloqué el pantalón planchadito y con raya, los zapatos que me sujetaban los pies como cepos de tortura, la camisa almidonada que me raspaba en el pecho, y me dispuse a cerrar el nudo de mi particular horca; entonces la corbata me mordió. Lo interpreté como una señal y rompí mi juramento.

Loli aún me debe estar esperando en el altar.

lunes, julio 18, 2011

COBARDE


Un bonito vestido. Sí. Eso es lo que le vendría bien ahora, el complemento ideal a las uñas recién pintadas de negro, al conjunto de lencería de blonda, negro también, y las medias de rejilla que van ciñendo su carne como manos ávidas. Un vestido, murmuró, mientras el deseo seguía creciendo entre sus piernas. Un vestido, ¡maldita sea!  Ojalá pudiese ponerme un vestido,  pensó mientras se masturbaba  frente al espejo. Después, con infinito cuidado fue guardando su disfraz en los cajones del armario de su mujer. Maldijo en silencio su pasión compulsiva por las enanas y su cobardía.

lunes, julio 04, 2011

NYOTAIMORI, NANTAIMORI Y CHOCOLATE



El y ella desataron sus kimonos, y desnudos, se tumbaron en la mesa. Después las flores, pétalos de color decorando esa piel magnífica. Luego, los comensales fueron colocando las viandas sobre ellos,  mientras todos mirábamos, arrobados, como esa piel se iba cubriendo, palpitante, de rollitos de sushi y sashimi. Ellos, la nyotaimori  y el nantaimori, inmóviles y anhelantes, esperaban. Cuando todo estuvo listo, comenzó la orgía de los sentidos: observar, escuchar la respiración pausada, el movimiento involuntario y casi imperceptible de las piezas de sushi sobre el pecho, subiendo y bajando levemente, al compás del aire que entraba en sus pulmones, tomar con los palillos, o con las manos, cada pieza, rozando de pasada la piel de la bandeja, sintiendo su palpitar debajo, calentando el sashimi a su temperatura perfecta, esa piel.


Cuando sobre los cuerpos solo quedó el deseo y las flores,  ellos se levantaron y se unieron a la fiesta (previo paso por la ducha, que somos limpitos).

Y entonces, llegó el postre.



Se desbordaron emociones, el chocolate salpicó cada rincón de ese cuerpo, la fruta lo cubrió, y todos lamimos chocolate y uvas, chocolate y sandía, chocolate y piña, chocolate y piel.

Chocolate y piel y orgasmos encadenados y besos con un dulce sabor.

Gracias, pieles de porcelana, por tan magnífico regalo.

martes, junio 28, 2011

DEVORÁNDOSE

–No sabes morder –, le dijo él en su primer encuentro.
–Enséñame –, pidió ella, ofreciendo sus nalgas a la boca del hombre.

Él le dibujó una línea de joyas en las nalgas, una nube quebrada en cada pecho, una línea de puntos en los muslos, en su boca el coral, el jabalí en los hombros. Ella, a través de un orgasmo múltiple, le prometió aprender.

Se devoraban cada tarde, de la acera al portal, del ascensor al sexto, del pasillo a las sábanas; y todo fueron marcas, tatuajes de dientes sobre la piel morena. A veces, sangre. A veces. Entonces decidieron ir más allá y se afilaron los dientes.

viernes, junio 24, 2011

ARRIBA, ABAJO, DE LADO....



DONDE TODO EMPIEZA
Me parece escuchar un sonido raro procedente de las ruedas. Bajo el volumen de la música. Luis sigue tarareando la canción. Le pido silencio. Escucho con atención. Ningún ruido extraño, sigo conduciendo y subo el volumen.
Puede que no valga la pena escribir
Tan lejos de la poesía
De pronto un tirón. Las ruedas parecen haber perdido la adherencia al asfalto. El volante no responde. Un sonido a metal torturado, un chirrido. Volamos.
Todas las palabras que te quiero decir
Se me rompen enseguida
El coche ha abandonado la carretera. Le grito a Luis que se sujete bien. Aprieto el volante con fuerza, siento la tentación de cerrar los ojos y abandonarme.
No me quedan flores
Me arrancaron la raiz
Estoy boca abajo. El cinturón me sujeta al asiento. Se me caen las gafas. Un sonido de metal abriéndose se confunde con la armónica. Ahora nos deslizamos sobre el techo del coche, metal abriéndose paso al filo de la mediana. Suena como un cuchillo abriendo una lata de sardinas. Si el techo resiste estaremos a salvo, el enorme cuchillo no nos tocará.
Se pisaron las semillas
Me di cuenta tarde que te perdí
Por pensar que te tenía
Un aullido de miedo nace desde mi garganta. Ya no rapeamos sobre la mediana. Volamos de nuevo. Mis gafas de sol pasan a cámara lenta delante de mis ojos, como en aquella película de Kubrik. Cristales rotos, un paquete de kleenex, un mechero, imitan el vuelo de mis gafas. El móvil se estrella contra el techo y sus pedazos se dispersan por el habitáculo.
creo que los bares se deben abrir
Para cerrar las heridas
De lado, metal arañándose sobre el asfalto. Un espejo retrovisor, arrancado por el impacto se estrella sobre el capó, lanzando destellos. Un bamboleo, una sacudida y seguimos girando sin sentido. No hay arriba ni abajo.
Y todas las noches
Me acuerdo de ti
Y te olvido cada día
La música sigue sonando. El coche deja de moverse y se para. Panza arriba, las ruedas al aire. Cuelgo del techo, sujeta al asiento por el cinturón. Luis en el suelo, sobre el techo destrozado.
Y vuelvo a ser un loco
Para sobrevivir a la locura de la vida
La pieza que llevo a la exposición, cobre macizo, se ha desprendido de su embalaje y yace en el suelo, junto a la cabeza de mi amante.
Muchas veces la cabeza y a menudo la nariz
Y una voz que me decía
Me quito el cinturón e intento asegurarme para no caer. Estoy sangrando. Un reguero de sangre empapa mi vestido blanco. Finalmente puedo apoyarme en el techo con los pies. He perdido un zapato. En este momento recobro la sensación espacial y es el coche el que está al revés.
Déjate llevar
Si el alma te lleva
Me acerco a Luis. No se mueve. Un charco de sangre tiñe el techo del coche de un rojo intenso. Los cristales del parabrisas dispersan el rojo por todo el habitáculo, como un granizado de sandía que se expande por la moqueta.
Duele el corazón
Cuando te lo dejas
Intento moverle. Busco su pulso. Nada.
Fito sigue cantando en medio de la desolación.
Cerca del final
Donde todo empieza

viernes, junio 17, 2011

VIENTOS CATABÁTICOS

¡Una enemiga más! Llevo una racha en que no soporto tonterías, y claro, pasa lo que tiene que pasar: ¡es la guerra!

Había quedado en ir a tomar unos mojitos a casa de un tipo al que tenía ganas hace tiempo. No sé porqué imaginé que estaríamos solos. Supongo que él no se acababa de creer que mis intenciones fuesen tan carnales, nunca le había dado motivos para pensar otra cosa, y después de la primera cerveza me comentó, así, de pasada, que iban a venir unos amigos. Yo me había prometido una noche loca de sexo a dos, pero la noche tomaba otro cariz.

Primero apareció una pareja, aunque saltaba a la vista que no eran pareja; se notaba la tensión sexual entre ellos. Bien, pensé, estos dos parece que buscan una excusa para liarse. Luego llegó una morena de esas que buscan marido a pico y pala. Me dio mal rollito desde el primer momento. Al rato apareció una pelirroja. La pelirroja me gustó. Es de esas mujeres inteligentes, rápidas, decididas y sin miedo. Congeniamos enseguida. Cuando llegaron los dos últimos chicos, comenzó la fiesta. Se palpaba en el aire, sin palabras, que todos queríamos divertirnos. Se levantó un viento fresco, catabático, y allí, tumbados en las chaises longues de la terraza, al fresco de la noche, tiramos de mantita. Estuve lenta de reflejos, esa es la verdad. Para cuando me quise dar cuenta, la morena se había apropiado del único hombre que me interesaba. El anfitrión lucía sobre sus hombros una cabellera morena a un lado y otra pelirroja al otro. Yo hacía bromas y me dejaba conquistar por los otros dos chicos, con los ojos puestos en el anfitrión. En un cruce de miradas, la pelirroja entendió el juego. Me cambió el sitio y la cosa comenzó a caldearse. La morena seguía aferrada, con cara de niñita buena, un poco mustia y aparentemente adormilada, al costado derecho del anfitrión. Enseguida me dí cuenta de que era una pose, le sobrábamos todos.

Comenzamos a jugar a los streptease, con música, con otra mantita haciendo de telón. Una vez te quitabas la ropa, la dejabas donde había caído y volvías bajo la manta. Piel con piel, manos que recorren, pies que caminan otras piernas; la pelirroja, entre los dos chicos, rozaba mi pie con el suyo y me sobrecogía. El anfitrión, con su mano izquierda (no quiero ni pensar donde tendría la derecha, perdida entre los pliegues de la morena adormilada bajo la manta) me recorría. Me sobraba la morena, hubiese querido destruirla y convertirla en humo aunque, mira por dónde, minutos después se puso malísima. Terriblemente enferma, según sus palabras. La muy zorra consiguió que la fiesta se fuese al guano y acabó por echarnos a todos a la calle. Quedándose con el anfitrión, claro.

El resto decidimos seguir la fiesta en otro sitio, pero al llegar al portal, la pelirroja propuso una idea magnífica. Volvimos a subir, y le dijimos al anfitrión que mientras él cuidaba a la morena, nos prestase el salón.

Fue una noche divertida. Llena de risas, confianza, sexo, morbo y una camaradería a prueba de bombas. Lo mejor de todo fue que el anfitrión se unió a la fiesta poco después mientras la morena, suponíamos, rabiaba. Cuando nos marchamos, al amanecer, la pelirroja y yo pasamos a saludar a la pobre “enfermita” que aún esperaba las atenciones del anfitrión. ¡Jaja! Debió pasar la noche esperando.

lunes, junio 06, 2011

CULOS 5 JOTAS ( 1ª PARTE)


Juguetón
orgulloso y altivo
sus manos lo presentan
y un azote se escapa 
sobre las tiras negras
y ese paso de plata
que promete la luna
entre sus piernas






Jacarandoso
Alegre y desenvuelto
el deseo se abalanza
sobre la tela blanca
y los labios avanzan
a disfrutar su piel
de seda y terciopelo







Jocundo
Acaricia la luz
ese culo gallardo
la curva de los glúteos
la tensión de la espalda
y la avidez que nace
del abismo
escondido en sus nalgas






Primera entrega de los prometidos CULOS. Mil gracias a estos culos amigos.

miércoles, junio 01, 2011

DESACTIVADA


Sobre la mesita del salón, el portátil y el ipod parecen tener vida propia. El ordenador emite de cuando en cuando el sonido inconfundible de un nuevo mensaje, el clic del Messenger, el silbido del skype. Conversaciones que no se responden. Dos clic de nuevo, alguien insiste; luego el silencio. Los pitidos del skype se repiten con regularidad. Luego cesan también. Desde los altavoces se escucha una melodía suave, una curiosa combinación de tambores africanos y cuencos tibetanos se eleva en el aire quieto de la tarde. El ipod comienza a emitir una música que va subiendo de volumen, mientras rebota sobre la madera de la mesa produciendo un eco que parece acompasarse a los tambores africanos.

Desde las antenas de televisión de los tejados de alrededor, una paloma mira, como si comprendiese, el intento de vuelo de una mujer que acaba de saltar desde la ventana. Y no vuela.

Mientras cae al suelo, en los escasos tres segundos que tarda en caer, la mujer trata de entender porqué esos hijos de puta la borraron del facebook.


PD. El pasado lunes me tiraron del Facebook. A La Mosca Cojonera también. !Capullos!

lunes, mayo 30, 2011

TENIS-TETA

Los pervertidos son gente con altas dosis de imaginación. Todo les vale para reírse un rato: la invención del “tenis-teta” en una barbacoa perversa hace unas semanas me tiene las neuronas alteradas. Pero ya lo he decidido, voy a hacerme un grupo en el Facebook y recaudaré firmas para conseguir que sea considerado deporte olímpico.

Lo explico brevemente, cual receta de cocina.

Materiales necesarios:

1) Tómense dos raquetas de tenis/padle/bádminton/ping-pong.
2) ¿Pelota? No, la pelota es un instrumento del pasado. Tómese una teta de goma. Tal cual, redondita, con su pezón y todo. ¿A quién se le ocurrió la fabricación de ese objeto? Misterios de los chinos.
3) Extiéndase cuerda, red, tangas, sujetadores… entre dos soportes.
4) Prepárese silla para el árbitro.
5) Uno de los espectadores o curiosos que por allí merodeen será nombrado ojo de halcón, por si las moscas.

Personal de cancha: 
a)      Dos jugadores. 
b)      Dos recogepelotas.


Mecánica del juego:

1)  Se colocan los jugadores a ambos lados de la red.
2)  Lxs recogepelotas se colocan a su lado.
3)  ¡Teta va! Grita el árbitro.
4)   Se lanza la teta y a darle raquetazos.
5) Cada vez que un jugador pierde un punto cachetea con la raqueta al/la recogepelotas aprovechando la genuflexión propia del acto de rescatar la teta/pelota del suelo


Trofeo:

El vencedor se gana el derecho a raquetear a quien se le ponga a tiro, ya sea de entre los participantes del juego, incluido el árbitro, o de entre el público asistente, salvo de quien hace de ojo de halcón, que debe seguir dando fe.

¿Verdad que el TENIS-TETA debería ser deporte olímpico?

martes, mayo 24, 2011

I WANT YOU


Vuelan
tus manos hacia mi
corre tu lengua por mi piel
y en un quejido
roto
me desarmas

El eco de tu voz
como seda caliente
se cuela entre mis poros
y tu boca
siempre tu boca
pronuncia mi condena
I want you


Esta es mi pequeña felicitación al poeta de Minnesota.

viernes, mayo 20, 2011

IMPRESIONES "SOLEADAS"

Noche 20-21 Mayo. Puerta del Sol

 
Impresiones:
  • Todo el mundo sonríe. Esto es una celebración. .
  • Los chinos son valientes. Y conocedores de la demanda. Por cada doscientos “concentrados” un chino vendiendo cerveza. Pedazo de negocio. Los latinos son menos valientes; también venden cerveza, pero lejos del mogollón. Peor negocio. El payaso americano, haciéndose de oro.
  • Entre los quince y los setenta años, son las edades medias de los asistentes. Sin diferencias generacionales, en armonía.
  • Me agobian las multitudes. He aguantado estoicamente la marea humana durante casi dos horas, agobiada, pero orgullosa. Todo el mundo es amable, educado, correcto, alegre. Yo, feliz de estar allí.
  • La policía, formando cordón ante la comisaría de Montera, acordonados ellos a su vez por los concentrados, me ha regalado una imagen impagable. Ellos, muy bien entrenados, mirada al frente e impasibles. Esos no sonríen.
  • Los más jóvenes saltan, cantan y bailan en el centro de la plaza. Los más mayores, se mantienen en los bordes, mirando y sonriendo. Orgullosos de sus hijos. Como yo.
  • Se exhiben altas dosis de imaginación en carteles, pintadas y comentarios. Algunos son, sencillamente, geniales.
  • Esta no es una movida de todos los jóvenes. Solo de un determinado tipo. Los alrededores de los garitos de pijos siguen su ritmo normal. Con éstos no va la vaina.
  • El comentario más escuchado: No se atreverán a sacarnos de aquí. El siguiente en el ranking: Los políticos no saben como lidiar este toro. Maravilloso.
  • Nunca había visto tantos tíos buenos juntos. En mi vida. Y sí, me gustan los perros-flauta. Mucho.

¿Qué pasará esta noche?

martes, mayo 17, 2011

EN LLAMAS




Entró en el cuartel de bomberos y dijo que estaba ardiendo. Pese a la reticencia inicial, una vez desnuda, descartaron las cámaras ocultas y todo fueron incendios, mangueras, agua y suspiros.

En las noches vacías, ella sueña con fuego. Aún perduran los rescoldos de la hoguera.

martes, mayo 10, 2011

AUSENCIA

Sintió un peso extraño en el hombro izquierdo y se giró. Estaba solo, solo…  Su ausencia rasgaba las cortinas del dormitorio y desplazaba el polvo bajo la mortecina luz de la tarde, mientras aquellos zapatos rojos, esos que le volvían loco, se eternizaban inertes dentro del armario vacío. Ni una nota, ni una palabra en el contestador, ni un mísero sms… Ella se había marchado dejando únicamente esos zapatos.

A veces notaba una ligera presión, como una mano que se posa, sobre aquellas zonas de su cuerpo por donde ella transitaba con sus tacones en las tardes de lluvia. 

jueves, mayo 05, 2011

UN MIÉRCOLES CUALQUIERA

Me despierto al contacto de unos labios en el lóbulo derecho de mi oreja. Unos labios que besan, lamen, succionan… y me despiertan; especialmente el deseo. Mi cerebro sigue casi dormido, pero mi cuerpo es un ninja en alerta máxima. Cuando, ya saciada, miro el reloj, veo que son las seis y media de la mañana. Mi amigo X’ se va a la ducha y yo, en perfecta diagonal sobre mi cama, sigo durmiendo, respirando su olor de hombre en mis sábanas. Un segundo después el móvil vibra sobre mi mesilla y me despierta; son casi las nueve. El macizo de Y’ acaba de salir de su turno de veinticuatro horas. Trae croissants recién horneados de San Onofre, que al precio que tienen igual podría haber traído ostras para desayunar. Se lo apunta para la próxima vez. Salgo de la cama, desnuda, para abrirle la puerta y darle el primer apretón. Mientras prepara el café, vuelvo a las sábanas. No las cambio, sé que huelen a X’, pero el pobre Y’ tiene el olfato en el culo. Una mierda de olfato, vamos. Pero tiene otras virtudes, ya imaginarás, virtudes pero que muuuy valoradas. Desayunamos en la cama, mojamos los croissants, las sábanas, mi cuerpo entero, y el suyo; cinco orgasmos te dejan para el arrastre. Nos quedamos dormidos. Me levanto en silencio y le dejo dormir un rato más, mientras me doy una ducha, termino una documentación que tengo que enviar y cotorreo un poco en el facebook. Son casi las dos de la tarde y me tengo que ir, tengo una reunión con mi jefe y unos clientes, en un restaurante pijísimo del centro de la ciudad. Espabilo a Y’, que aún remolonea en la cama.

Salgo volando, saltando, planeando a ras de tierra, y consigo llegar sólo diez minutos tarde a la cita. Un asco de comida, aburridísima: negocios, negocios, pijerío, y más negocios. Trato de disimular y me pongo a observar alrededor. Dos mesas más allá hay un tipo que no encaja. Un extraño en pijilandia. No lleva traje, ni corbata; tiene el pelo largo, los ojos azules y una mirada insolente. Me levanto para ir al baño, y al volver, le dejo mi tarjeta, con mi móvil personal anotado al dorso y una sola palabra: llámame. Sus compañeros de mesa me miran, siento sus ojos clavados en mi culo, que aprovecho para lucir a cada taconeo. No vuelvo a mirar aquella mesa. Seguimos con la negociación. A los postres, cerramos el acuerdo. Ya me puedo marchar. En ese momento me suena el móvil. El extraño en pijilandia, ahora Z’, me propone un café un par de calles más arriba. Acepto. El café se convierte en una tarde entera otra vez en mi cama. Me felicito por el paseo por el restaurante: el tipo merece la pena. Tiene la piel suave de un bebé, hábiles manos, una boca de medalla de oro, conversación, y una capacidad para follar de chaval de veinte. Un hallazgo. A las ocho de la tarde ya me arrastro de cansancio. Acabo de disfrutar del octavo orgasmo y me tengo que marchar otra vez. Z’ me acompaña hasta la calle. Quedamos para un par de días después.

Es miércoles y hay sesión de micro relatos en Los Diablos Azules. El tamaño sí que importa. Nos ha jodido si importa. El tamaño y el rendimiento. Ambos. El escritor invitado es un tipo simpático, con buena prosa y sentido del humor. Nos reímos a carcajada limpia. Luego, en el turno de escritura instantánea, Miguel vuelve con sus cuentos de terror-humorístico. Me duele el estómago de tanta risa. Salgo a fumar un cigarrillo. A la puta calle, claro está. Allí me encuentro con una poetisa, A’, que se ha despistado y se siente incómoda entre tanto cuentista. Es preciosa, una piel que derrite, los ojos como esmeraldas, y unas manos que me trasmiten ganas de desnudarme allí mismo, volverme de papel. Deseo que esas manos me escriban en la piel poemas y versos, caricias y mordiscos. Escapamos juntas por aceras húmedas como mi coño y el suyo. A’ es una amante suave, mimosa, altamente comprometida con su objetivo de transmitir sensaciones. ¡Vaya si las transmite! Cada milímetro de su piel me infecta con su deseo. Hablamos, follamos, escribimos a cuatro manos, volvemos a follar y, de madrugada, nos quedamos dormidas sobre mis sábanas.

Entre sueños, oliendo esa mezcla afrodisíaca de sudor y semen que este miércoles han dejado impregnado en mi cama, me prometo a mi misma repetir al día siguiente. Eso sí, cambiaré las sábanas, que tampoco hay que ser guarra.

***

¿Cuela?