lunes, enero 02, 2012

CAMUFLADO


 Me engañó el timbre de su voz. Su tierna mirada y la suavidad de sus manos sobre mi piel desataron la locura.¡Vamos, si es solo un juego, déjate atar los pies! Y las cuerdas rodearon mis tobillos, anudaron mis piernas y enlazaron, gemelos, los dedos de mis pies. Mis neuronas, enloquecidas, bailaron al ritmo de esas manos que me recorrían. 

Inmovilizado sobre la alfombra, mientras ella apretaba nudos entorno a mi sexo, traté de explorar el abismo negro que vislumbraba entre sus piernas. Conseguí retirarle el tanga con un dedo,  y aupé mi boca hasta allí, que en lugar de la húmeda y cálida cueva que esperaba,  encontró un sexo flácido, como si me mirase a un espejo. Quise gritar,  liberarme, salir corriendo, pero mi atador no cejó en su empeño de inmovilizarme. 

Lo peor es que no sé cómo voy a explicarle a mi mujer esas curiosas marcas en mi piel.

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